Con los cultivos de servicio se puede bajar un 50% en el impacto ambiental.

24 FEB | por : FeArCA

Con los cultivos de servicio se puede bajar un 50% en el impacto ambiental


¿Por qué es tan importante incorporar los cultivos de servicio como parte de un nuevo modelo de agricultura?, ¿cuáles son las ventajas?, ¿qué rol juega la siembra aérea en este sistema?


Rosario, 24 de febrero de 2021- Los denominados cultivos de servicio, también llamados de cobertura o los primeros abonos verdes en la década del 80, son el nuevo paradigma para lograr un sistema de producción agrícola más sustentable con el medio ambiente. En Argentina trabajaron durante muchos años, sobre todo, mirando el aporte de materia orgánica que se hacía a través del sistema radicular, la generación de poros, el reciclado de nutrientes, entre otros.


El Jefe AER del INTA Rio I, Luis Lanfranconi, contó detalladamente cómo comenzaron, cuál es la importancia que tienen y porqué el avión cumple un rol fundamental en los mismos, entre otros temas.


 El momento más oportuno para implantar un cultivo de servicio


“La ventaja que tenemos que ganar con el cultivo de cobertura es que cuando yo siembre no hayan nacido malezas de invierno”, comentó Lanfranconi y agregó que “si el cultivo de cobertura germina 24 hs antes que cualquier maleza de invierno toma una preponderancia muy importante y prácticamente es lo único que queda en el lote porque se va a encargar de capturar un espacio importante”. Por otro lado, los cultivos de servicio pueden generar el efecto que se llama alelopático o sea las raíces pueden secretar sustancias que inhiben la germinación de semillas y es lógico porque sería una forma que tiene de preservar un espacio para capturar recursos cuando un cultivo cuando se está implantando. De esta manera, “si uno evalúa niveles de cobertura en distintos centenos hay algunos que tienen la misma cantidad de materia seca, hay otros que tienen menos yuyo colorado que otro, por lo tanto, hay algo que está jugando un papel que marca la diferencia”, sostuvo Lanfranconi y explicó que “la posibilidad concreta de sembrar en tiempo y forma significa que yo no tengo mucho período para realizar la implantación”. La siembra tiene que estar hecha en épocas que todavía hay precipitaciones en la zona ya que es lo que va a garantizar la germinación de esa semilla, la fecha tendría que ser entre la última semana de febrero a los primeros diez días de marzo, para que no haya todavía nacido todo lo que es maleza de invierno en el lote, dependiendo cada lote en particular se puede hacer más temprano o más tarde. “Para ese período de tiempo, la siembra aérea juega un papel importantísimo por la oportunidad que yo tengo de ocupar una superficie muy amplia en poco período de tiempo o poder planificar si el lote que voy a hacer no es muy grande, si tengo pronosticado un frente de tormenta puedo salir y volar el lote con el fin de garantizar que la semilla esté en el suelo y después le llueve lo que va  a desencadenar el proceso de germinación”, explicó Lanfranconi y continuó: “Después tendremos que seguir evaluando cómo vamos a hacer la distribución de esa semilla, cuáles serán los mejores deflectores que hay para siembra aérea, cuál es la mejor altura de vuelo, etc”. El técnico opinó que “estamos haciendo con pioneros la primera etapa, nos debemos ahora la parte técnica; es decir generar una información más precisa y contundente para disminuir la variabilidad de los resultados”. 


Las ventajas operativas que tiene el avión


“La principal ventaja que tiene el avión agrícola para implantar son los tiempos operativos para hacer superficies grandes de cultivo”, sostuvo Lanfranconi y agregó que “además eso me permite también ajustar esa operación de siembra cerca de un período de lluvia propicio”.  Es ideal poder sembrar con el avión un cultivo de maíz a las 48 hs que llueva. “El avión sigue jugando un papel muy importante en esa capacidad operativa que tiene de trabajo”, opinó Lanfranconi y sostuvo que “una implantación de un cultivo de servicio hoy cuesta 40 dólares por hectárea entre semilla y avión”. “El gran ahorro está en la no utilización de herbicidas durante el barbecho intermedio”. El costo para controlar malezas grandes después de una cosecha de maíz son 40 dólares en utilización de agroquímicos. De esta manera, “lo que yo estoy haciendo es adelantando la inversión ya que en vez de gastar en agosto en herbicidas y ver realmente qué es lo que queda, puedo hacer un anticipo de ese gasto en una siembra aérea y soluciono el impacto que generan las malezas entre los cultivos”, explicó Lanfranconi.


“Es una práctica que llegó para quedarse, que crezca más o menos rápido va a depender de la velocidad que pongamos en generar la información que falta, va a depender de las decisiones políticas que tomen los gobiernos provinciales para favorecer este tipo de práctica y yo creo que en el término de cuatro a cinco años vamos a ver un panorama totalmente distinto en el sistema productivo”, destacó Lanfranconi.


¿Nace un nuevo modelo de producción?


“Nuestra preocupación era y siguen siendo las malezas”, sostuvo Lanfranconi y resaltó que “cada vez teníamos más dificultad para controlarlas debido a su resistencia y la oportunidad de poder hacer la aplicación de herbicidas”. Asimismo, contó que ante una audiencia de productores siempre se preguntaban “cómo controlar las malezas en un cultivo de maíz que se cosecha en julio/agosto, qué ocurre cuando uso una siembra de maíz tardía” y resaltó: “Era una respuesta difícil de dar porque estábamos llegando tarde en el proceso biológico de esa maleza ya que era una maleza envejecida y teníamos que controlarla”. Se realizaron distintas técnicas de control, una fue la implementación de un sistema de doble golpe que es la aplicación de un herbicida sistémico con uno de contacto, lo que generaba un impacto importante en el control, pero tenía un costo elevado. Luego, trataron de implementar una barra atrás de la cosechadora de maíz para ir aplicando herbicida antes de que cayera todo el chalar que tira la cosechadora por la cola, lo que generó una serie de inconvenientes y, por último, desde el INTA Rio I vieron que debían lograr hacer una siembra de un cultivo de servicio arriba de un maíz. “Empezamos evaluando distintos materiales, trabajamos con trigo, avena, centeno y, a mí particularmente por la información que manejaba y con lo que veníamos haciendo con un proyecto de la Universidad Católica Argentina (UCA) junto con el INTA, el centeno lo veíamos como una herramienta muy interesante para frenar el desarrollo de las malezas, sobre todo, para lo que es nuestra zona semiárida”, explicó Lanfranconi. Tenían en consideración al centeno porque es un cultivo de gramínea de invierno que a igual cantidad de materia seca necesita menos agua y, en una zona semiárida, es vital en el proceso productivo. Las primeras que se hicieron fueron con los tres cultivos y notaron que la mejor distribución la tenía el trigo porque estaba asociado al peso de los mil gramos, la avena era complicada por el tipo de semilla que es y fue así como decidieron hacer una prueba peleteando semillas de centeno. De esta manera, la llevaron al peso de mil semillas de trigo y, poniendo menos semillas por hectárea en la franja que iban a volar con el peleteado, a los 45 días obtuvieron la misma cantidad de plantas donde estaba peleteado que donde no estaba. “La ventaja que nos daba el peleteado era que nos dejaba curar la semilla y agregarle un promotor radicular como puede ser el Azospirilum, todo en el mismo momento”, explicó Lanfranconi y contó que durante todos los años que evaluaron cultivos de servicio, especialmente centeno, estudiaron “distintas variedades y el uso de esta técnica impactaba de sobre manera a la cantidad de materia seca producida por la maleza en esa superficie ya que prácticamente disminuía un 90% la cantidad de materia seca de las malezas sin utilizar herbicidas”.


Cuando comenzó a difundirse les propusieron a los productores evaluar en siembra aérea de maíz con centeno con el objetivo de ver cómo iba a impactar en el desarrollo de la maleza dentro del lote. Esta investigación trajo como consecuencia que el centeno implantado correctamente hiciera que el rastrojo del maíz no se volara. “Al productor le agradó no sólo que el rastrojo quedaba en el lugar, sino que además tenía menos maleza por lo tanto bajaba los costos en lo que era el control de la misma”, destacó Lanfranconi. Es importante señalar que si se quitan los herbicidas luego del cultivo de maíz porque se siembra un cultivo de servicio baja aproximadamente un 50% el impacto ambiental. De esta manera, comentó Lanfranconi “empezamos a difundirlo activamente a través de nuestras charlas técnicas desde el año 2015 al 2017 y seguimos haciendo algunas otras evaluaciones al respecto sabiendo que nos faltaba muchísimo por investigar. En el 2014 empezaron las investigaciones de parte del INTA Marcos Juárez y Aapresid y nos pareció por demás oportuno, en este proceso de divulgación, tratar de hacer una experiencia más generalizada”. Fue así como en las campañas 18/19 y 19/20 junto con la agencia de Rio III y Rio I hicieron una prueba piloto de siembra aérea de centeno en la zona de Despeñaderos. “Nos pusimos de acuerdo con una empresa aérea, armamos una hoja de ruta anticipada sabiendo a dónde se iba a sembrar, qué campos para darle un orden para bajar costos operativos, dónde iba a bajar el avión, donde iba a reaprovisionarse de semillas y, junto a trece productores involucrados, se sembraron alrededor de 2500 hectáreas el primer año”, contó Lanfranconi y opinó: “Las ventajas del sistema vamos a verlas dentro de cinco años cuando realmente impacte este cultivo de servicio en todo lo que es el proceso productivo del campo, pero en el primer año ya se podía observar que el rastrojo no se volaba y no había malezas”. Al año siguiente se sembraron 4800 hectáreas y se sumaron 17 productores a la prueba y fue un ciclo muy seco donde los cultivos de servicio se sacaron un mes antes justamente para regular el consumo de agua y, a pesar del año seco, los cultivos de servicio salieron sin maleza y los vientos no se llevaron los maíces. “La gran preocupación que tiene el sistema productivo con respecto a esto tiene que ver con el consumo de agua del cultivo que yo hago en invierno en una zona semiárida y realmente hemos evaluado que estos cultivos de servicios consumen alrededor de 70/80mm de agua del suelo contra los 35mm que podía consumir un barbecho, pero también vimos que, quemado en tiempo y forma (eso se regula de acuerdo al lote, de acuerdo al productor, al año) en el momento que llega la época de siembra, en nuestra zona los primeros días de noviembre, el perfil de humedad está igual o superior al barbecho o sea que las primeras lluvias de primavera el suelo que está con rastrojo en superficie captura y almacena más agua que cuando no tengo el rastrojo en superficie, esto nos parece que era una herramienta importante de ganar ganar”, destacó Lanfranconi y agregó que “otro plus lo puso la provincia de Córdoba propiciando las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) con el objetivo de que el productor empezara a mirar el sistema productivo de otra manera, tratara de hacerlo más sustentable y lográramos introducir a los cultivos de servicio como una práctica más que consideraba las BPA”. De esta manera, el productor que hace cultivos de servicio suma un puntaje para que la provincia le pueda devolver el impuesto a la tierra. “Vamos bien encaminados, es una práctica interesante, dejar rastrojo en superficie en una zona semiárida juega un papel muy importante y si los campos son ondulados mucho más porque vamos a jugar una filtración del agua de lluvia y en un tiempo que pase esta práctica y que quede como permanente creo que a los cuatro o cinco años vamos a empezar a ver la mejora en cuanto a lo que es la porosidad en suelo y la mayor infiltración de agua de lluvia”, sostuvo Lanfranconi.