INTEGRAR CONOCIMIENTOS, EL FUTURO DE LAS BUENAS PRÁCTICAS AGRÍCOLAS

30 ABR | por : ZonaCampo

Aprendiendo del pasado, el ingeniero Diego Oliva propone un encuentro de saberes para consensuar el camino a seguir en agricultura. 

"Creo que durante mucho tiempo, la actividad de pulverización agrícola ha sido realizada sin tomar las medidas de prevención y precaución necesarias, se trabajó de manera desaprensiva", explica el ingeniero Diego Oliva, como punto de partida a la hora de señalar uno de los motivos que han contribuido al rechazo por parte de la sociedad respecto del uso de agroquímicos.

Oliva, además de su actividad privada, es delegado regional de la Dirección de Fiscalización Vegetal del Ministerio de Agroindustria de Bs. As. y se reconoce como un convencido defensor de las buenas prácticas agrícolas, a las cuales considera como un conjunto de saberes y tecnologías que deben integrarse sistemáticamente para lograr los resultados productivos y sanitarios que se espera de la agricultura.

"Obviamente se trabaja con productos que no son agua, sino que requieren un nivel de conocimiento mínimo que garantice la seguridad, lo cual dio lugar a que en ciertos lugares empiecen a surgir reclamos con diferentes niveles de beligerancia, cosa que no sucede en otros lugares del mundo porque quien accede a este tipo de trabajos necesita un nivel de formación dado, e incluso hay casos como Estados Unidos donde se contemplan diferentes niveles de capacitación que habilitan para diferentes clases de productos", apunta.

En Europa, explica Diego Oliva, el criterio general es diferente, en parte porque habiendo atravesado dos procesos de guerra y por la falta de territorio cultivable, necesitan tener su propia producción y aprovechar cada espacio disponible. "Se pueden hacer aplicaciones hasta en el borde de una vivienda, o una escuela, o un pueblo. En Francia se ven por Google Maps las huellas de los tractores pegadas a una iglesia, dentro de un pueblo", agrega.

Según el profesional, el foco en esos casos se pone en el proceso de aplicación y en la habilitación por parte del estado de los insumos a utilizar, con lo cual no se contempla una restricción por distancia sino que, virtualmente, todo lugar donde se aplican agroquímicos es considerado -en la práctica- como si fuera una "zona de amortiguamiento" por lo estricto de los protocolos que se siguen.

De la restricción al buen uso

En este orden de cosas es que, según Diego Oliva, a nivel global el concepto de buena práctica agrícola va evolucionando de la restricción al procedimiento estricto y responsable, basado en capacitación, en la presencia de un profesional responsable, en la utilización de equipos en condiciones, bien calibrados, y en insumos modernos que minimizan el impacto ambiental.

"El énfasis se pone en la prolijidad de los procesos y no en la prohibición por distancias, ya que está medido que una aplicación mal hecha puede volar mucho más que cualquier restricción territorial como las que se están poniendo actualmente, podemos proteger una zona de quinientos, dos mil o tres mil metros, lo cual no garantiza nada, porque una aplicación mal hecha puede viajar y generar impacto ambiental a más de quince kilómetros. Además, si se aplica mal, en el metro quinientos uno, va a haber impacto", remarca.

"El problema es que en Argentina llegamos tarde productores, ingenieros, contratistas. Se construyó un paradigma de que esta actividad es perjudicial, fundamentalmente por haber trabajado durante años de forma desaprensiva, y darlo vuelta es difícil. Entonces hay que tratar de avanzar respetando al máximo el temor que se ha instalado en la comunidad, en la forma en que la gente nos ve, siendo sumamente cuidadosos en la prevención de riesgo y mostrándonos responsables", expresa.

"Demostrar esta responsabilidad es fundamental para cambiar la imagen que se tiene del sector que trabaja con agroquímicos, y la otra línea de trabajo con que se está avanzando es el desarrollo y difusión de bioinsumos, agentes biológicos que a diferencia de los insumos de síntesis química, la lógica de impacto ambiental se va llevando prácticamente a cero", indica.

"Se podrían controlar insectos con bacterias que los parasiten, controlar hongos en trigo o soja con hongos no patógenos, que compitieran por el espacio con otros hongos perjudiciales, y toda esta lógica de los bioinsumos está muy avanzada. Son tecnologías que están disponibles, no son necesariamente más caros que otros insumos o procesos, y se podrían aplicar sobre todo en las zonas de interfase", explica.

Integración de saberes

Diego Oliva considera que, en algún momento, las condiciones estarán dadas para considerar que todo lugar donde se realiza agricultura deba ser tratado de manera igualmente responsable, con independencia de que se trate de una zona periurbana o que se esté trabajando en medio del campo. Y que ese camino se recorre no desde la restricción sin sustento científico, sino desde el consenso y la integración de saberes.

Desde la capacitación de ingenieros agrónomos y aplicadores, la investigación y el foco puesto en el desarrollo de bioinsumos, hasta la modernización de los protocolos de habilitación que aplica el estado para autorizar la utilización de determinados agroquímicos, todo confluye para que las buenas prácticas agrícolas permitan llegar a las cotas de producción y sanidad que la sociedad necesita de la agricultura.

"Sobre todo en lugares donde hay mucha sensibilidad social, debe promoverse el uso de bioinsumos, que son de una eficiencia considerable, y el manejo integrado de plagas. Hay que integrar saberes, conocer la metodología, es un nuevo discurso de trabajo, ya que se pasa a un esquema de carácter preventivo, hay que aplicarlos antes y no esperar a la detección del problema", agrega.

"Todavía es muy incipiente, pero va a haber incluso herbicidas, productos de control de malezas basados en combinaciones de vinagres con levaduras, que cambian propiedades de la cutícula de la hoja y la queman cambiando el Ph, sin necesidad de utilizar síntesis química. Fungicidas basados en hongos que no enferman ya hay muchos, e insecticidas, hay varios también", asegura.

Finalmente, Oliva remarca el rol y el aporte que realiza la agroecología entendida conceptualmente como un sistema científico, y no como el rechazo frente al uso de agroquímicos de síntesis química dentro del esquema productivo.  "La agroecología, bien entendida, no puede atentar contra los potenciales de rendimiento, debiéramos lograr una producción con bajo impacto ambiental y un potencial de rendimiento aceptable. Tenemos que ir más allá de usar o no usar agroquímicos, y tomar las ventajas que aporta desde el manejo integrado de plagas, el control de malezas con rotación de cultivos de servicio, como por ejemplo el centeno que tiene un sistema natural de control de malezas a través de la alelopatía de las raíces. Por eso, la agroecología no es solo usar o no usar insumos de síntesis química, sino integrar conocimientos", expresa.

"Creo que entre las opciones hacia las que vamos,una es que sea considerado todo como zona de amortiguamiento, todo como si fuera una interfase entre éjidos urbanos, donde debamos maximizar las buenas prácticas agrícolas y los niveles de prevención y riesgo. Para ello es necesario enseñar, instruir, capacitar. Tanto los ingenieros, como los aplicadores, los productores, y la sociedad en conjunto, debemos ir camino a entender que todo es interfase, todo debería ser buena práctica agrícola, y en las zonas de mayor nivel de riesgo, priorizar el uso de bioinsumos o agentes biológicos de control, que es como se van a empezar a llamar", concluye.